viernes, 11 de noviembre de 2011

La bombilla

Febrero 2001, 2:25am

Adriana comenzaba a sentirse cansada, llevaba algunas horas escribiendo y faltaba poco para terminar su noticia. Debía enviar su trabajo al correo del diario antes de las 4am así que decidió tomarse un descanso, aun le quedaba tiempo suficiente para pulir los detalles. Se levantó del escritorio y se estiró, tomo la taza vacía y caminó atravesando el cuarto iluminado por una tenue claridad que apenas alumbraba el tono café claro de las paredes, prendió la luz de la cocina y se apresuró a encender la cafetera, se recargó en la barra para esperar, movió los dedos de la mano y se quitó los lentes. 

El silencio sonaba poderosamente y lo único que podía alterarlo era el ruido que producía el chorreo de café sobre la base de vidrio y su propia respiración. En un instante la atmósfera la embriago y cerró los ojos por un momento.

Tii-Tii-Tii el café estaba listo, bostezó y se estiró de nuevo para proceder a servirse. Un ruido interrumpió su actividad y en un instante el lugar quedó a oscuras, movió el interruptor pero la bombilla no encendía, pensó que tal vez se había fundido. Como pudo se sirvió café y regresó a sentarse frente a la computadora. Dio un sorbo y se sintió irritada por el foco, debía comprar uno nuevo para cambiarlo. Retomó su trabajo y tecleo. No era una noche de trabajo diferente a las demás, todo parecía tan familiar, hasta que… 

El reproductor de música comenzó a sonar y la pantalla del ordenador quedó negra, Adriana pegó un pequeño brinco y por error derramó el café, abrió los ojos al máximo hasta mostrar en su totalidad el blanco que rodea el iris, instintivamente el corazón se le aceleró y se sobresaltó, poco a poco normalizó los sentidos, se levantó de la silla y miro a su alrededor.

 – Maldición, la computadora está fallando – se dijo para tranquilizarse y afirmar que sólo era cosa de problemas técnicos. Suspiró y giro la cabeza a todos lados. Movió el mouse y el silencio regresó junto con la hoja del procesador de textos, - Que extraño.

Volvió a la cocina en busca de un trapo o toallas de papel para secar, era una suerte que la taza no se hubiera caído de lo contrario se abría roto. Intentó encender la luz y recordó que minutos antes se había fundido. –Rayos, esto es un desastre- dijo casi gritando. 

Tanteo algo que sirviera y mientras lo hacía una puerta se cerró de golpe, era la puerta del mismo cuarto en el que el café yacía empapándolo todo. - ¿Qué mierda sucede?- gritó sorprendida y camino lentamente olvidando por completo lo que buscaba. Forzó la puerta pero estaba atorada, movió la perilla, jaló y empujó pero no conseguía abrirla, la preocupación invadió sus pensamientos, sentía que la noche se ponía en su contra. Recargada de espaldas a la puerta pensaba en alguna forma de abrir pero no conseguía armar una estrategia. Un vientecillo le recorrió el cuerpo, sentía frío y provenía del pasillo que se hallaba a su izquierda, 
- Tal vez dejé una ventana abierta y el aire al entrar azotó la puerta. A pasos lentos caminó hacia las demás alcobas que se encontraban distribuidas en el pasillo, una contigua y frente a esta el baño, al final del pasillo y quedando justo adelante de ella otra más grande y en la que tenía su pequeña biblioteca. Se aseguró que todas las ventanas se encontraran bien atrancadas, faltaba inspeccionar el último cuarto, dudó en abrir la puerta pues a pesar de que ahí pasaba muchas horas al día leyendo, esta vez tenía un presentimiento extraño. Juntó la mejilla e hizo el esfuerzo por escuchar algo a través de la madera, la puerta chilló un poco e intentó agudizar el oído. Todo se encontraba en perfecta normalidad, regresó la mirada hacia el inicio del pasillo y volvió sobre sus pasos. Entonces quedó paralizada, completamente petrificada cuando escuchó entre susurros su nombre, -Adriaanaa.

El cuerpo le temblaba intentó hablar pero las palabras no le salían de la garganta, clavó los ojos en el piso, no se atrevía a mirar al frente. Permaneció unos segundos así hasta que logró conseguir valor y levantó la mirada para encontrarse con una figura alta y oscura, lo único que sobresalía eran unos ojos rojos y brillantes que se le acercaban. Quiso correr pero no pudo, el ente seguía avanzando hacia ella, sin dudar, sin detenerse. Era como si flotara, como si estuviese volando para atraparla y al encontrarse a unos centímetros frente a ella estiró lo que parecía su brazo y trató de tocarla, pero antes de rozarla, sonó un Tii-Tii-Tii. Era la alarma de la cafetera que anunciaba que el líquido estaba listo.

Adriana abrió los ojos, aun se encontraba en la cocina, recargada sobre la barra, esperando el café. Se sintió aliviada, todo había sido un sueño, pesadillas. Examinó su alrededor, la puerta del cuarto estaba abierta y tenía la taza junto a ella. Suspiro y una pequeña y discreta sonrisa le salió de entre los labios para terminar con una carcajada un poco alterada. Se sirvió el café, apunto estaba de dar el primer sorbo cuando escuchó que algo tronó y quedó a oscuras, la bombilla había estallado.





                                                                                        Esa Maldita Yo

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