domingo, 18 de octubre de 2015

A veces

A veces me canso de ti, me canso de tus tratos inesperados y nada gratos, de tus ataques de incomodidad con manifestaciones poco agradables. A veces me canso de que quieras culparme por casi todo y de que me provoques esos insoportables ratos de ira y enojo. A veces me canso de volverme loco por tu culpa y de tu locura insoportable. A veces me canso de tu bipolaridad incontrolable, un día me odias y al otro me amas, a veces tu cielo y otras tu infierno. A veces me canso de adivinar tu estado de ánimo y saber cómo debo comportarme para que no te enojes o no estés desepcionada. A veces me canso de ser paciente y amarte porque no amarte sería muchísimo más fácil para mi vida. A veces me canso de intentar descifrarte, ser paciente y estar triste cuando tú no intentas entenderme. A veces me canso de tener que escucharte, hablando y hablando porque tú siempre tienes la razón. Pero no, tú no eres perfecta, te equivocas demasiado y lastimas en el lugar exácto, nunca te disculpas y tampoco te importa hacer daño, a veces me canso de que seas una persona tan vacía y no meditas lo que causas, a veces me canso de ti, a veces me canso de todo y a veces me canso de ser yo mismo amando a quien no corresponde igual a mi llanto porque estoy solo aunque a ratos estés conmigo, porque estoy solo aunque duermas en la misma cama y al lado mío.

domingo, 4 de octubre de 2015

Deseo anhelado.

El último espacio por recorrer de un poco menos de un kilómetro se hizo inmenso. La fuente con agua clara se veía cada vez más lejos y el sediento hombre agonizaba y suplicaba por unas cuantas gotas de líquido. Había sido largo el viaje y estaba cerca de llegar. Así lo anunciaba la fuente. La fuente de la vida eterna, al fin la había encontrado y estaba tan cerca. Aquél hombre enfermo creció con las historias de su madre, una mujer de leyendas y vida aventurera que recorrió gran parte de las regiones cercanas, muchos la creían una gitana con poderes místicos pero lo cierto de todo esto era el inmenso amor que sentía por su hijo y este hombre lo sabía, tirado en la arena visualizando a lo lejos la fuente pensó en su madre, en su infancia y en como ella le llenaba de besos imparable, pero hacía años de eso, era un chiquillo sano y hambriento que amaba profundamente a su madre que jamás dejaba de cuidarlo. Recordó su promesa, debía seguir, levantarse y caminar hasta llegar a su destino y lavar su cara del esa agua, el agua que siempre soñó. Su deseo estaba cerca, los anehelos de su infancia le hacían realidad. Sus ojos brillaban de nuevo con el cristalino de las lágrimas que se acumulaban. Y así se levantó aquél hombre enfermo, dio los primeros pasos y dejó atrás todo lo que le ataba. Su destino estaba cerca y a lo lejos un hombre se veía caminando, un hombre que se perdía en la lejanía de un sueño anehelado que estaba a punto de hacerse realidad.