domingo, 4 de octubre de 2015

Deseo anhelado.

El último espacio por recorrer de un poco menos de un kilómetro se hizo inmenso. La fuente con agua clara se veía cada vez más lejos y el sediento hombre agonizaba y suplicaba por unas cuantas gotas de líquido. Había sido largo el viaje y estaba cerca de llegar. Así lo anunciaba la fuente. La fuente de la vida eterna, al fin la había encontrado y estaba tan cerca. Aquél hombre enfermo creció con las historias de su madre, una mujer de leyendas y vida aventurera que recorrió gran parte de las regiones cercanas, muchos la creían una gitana con poderes místicos pero lo cierto de todo esto era el inmenso amor que sentía por su hijo y este hombre lo sabía, tirado en la arena visualizando a lo lejos la fuente pensó en su madre, en su infancia y en como ella le llenaba de besos imparable, pero hacía años de eso, era un chiquillo sano y hambriento que amaba profundamente a su madre que jamás dejaba de cuidarlo. Recordó su promesa, debía seguir, levantarse y caminar hasta llegar a su destino y lavar su cara del esa agua, el agua que siempre soñó. Su deseo estaba cerca, los anehelos de su infancia le hacían realidad. Sus ojos brillaban de nuevo con el cristalino de las lágrimas que se acumulaban. Y así se levantó aquél hombre enfermo, dio los primeros pasos y dejó atrás todo lo que le ataba. Su destino estaba cerca y a lo lejos un hombre se veía caminando, un hombre que se perdía en la lejanía de un sueño anehelado que estaba a punto de hacerse realidad.

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