miércoles, 7 de diciembre de 2011

Cerdos Asquerosos

Acompaño a una mujer, puedo adivinar quién es pero luce diferente. Caminamos por una calle desolada y opaca. Es de noche y el cielo está oculto por una espesa manta de nubes. El lugar es pesaroso y mísero. Podría jurar que una maldición se apoderó del sitio llevándolo sin cuestionamientos a la ruina. Ella no habla y yo tampoco.

Seguimos caminando y doblamos en la esquina menos incitante para llegar a la puerta de una casa pequeña y pobre. Ella toca y una mujer desgastada se asoma por un agujero que atraviesa la pared.


-Pasen, Pasen- Dice ella con una evidente expresión de alegría en el rostro. 

Es un lugar desagradable. Creo que en cualquier momento el techo se viene abajo y las paredes caerán súbitamente sobre mi cabeza, sin darme acaso el tiempo para eludir el golpe. No recuerdo la frialdad de afuera, pero, de pronto dentro del cuchitril la temperatura bajó y una especie de chimenea pequeña apareció  frente a mi. No hay leña suficiente y la reducida llama se aferra a la vida quemando lo que sea qué encuentre a su paso.

Al centro del cuarto, una mesa de cuatros espacios, vieja, sucia. Al rededor sus cuatro sillas de madera en las peores condiciones. 

- Es gente pobre, muy pobre- pienso sin mostrar ninguna expresión en el rostro. 

Junto a la mujer que nos abrió están, dos niños pequeños, mugrosos y flacuchos. Del otro lado un hombre alto y regordete con un bigote que me irrita

Hay un costal rojo a un lado de la mujer con la que llegué, es raro porque antes no estaba. Ella se agacha para abrirlo y de su interior saca un enorme pavo que pone sobre la mesa. Les sonríe a los dueños del lugar y estos corren, empujándose unos a otros para sentarse y los niños pararse sobre las sillas. Se atragantan a toda velocidad el pavo, arrancan trozos de carne. No usan platos, tampoco cubiertos o servilletas y siguen tragando presurosamente sin masticar, se han ensuciado completos. Yo me siento asqueada por la escena. La mujer con la que llegué se asombró y agregó -El pavo era para que cenáramos todos. Pero ellos la ignoran y continúan desesperados. 

Observo detenidamente a las bestias y después a la mujer que ha cambiado un poco la seña de su cara, parece decepcionada y triste. En un instante el enojo se apodera de mí, vuelvo la vista a la familia y veo como ellos, comienzan a transformarse en cerdos. De las personas no ha quedado rastro, sólo las viejas ropas que vestían pero dentro de ellas no hay humanos. Hay cerdos hambrientos en su lugar. Quedé turbada pero la ira que ya me dominaba sacudió mi cuerpo y de mí sólo salió la siguiente frase en un grito:

- Malditos cerdos asquerosos, todo se tragan.

Les grité tan fuerte que hablé dormida. Fue la frase <<Malditos cerdos asquerosos, todo se tragan>> la que me despertó pues me escuché decirla.

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