lunes, 14 de mayo de 2012

Pensamientos de un Viajero

¿Qué es lo que debo hacer ahora? se preguntó a si mismo el pequeño duende


He caminado durante siglos por todo el mundo, he recorrido épocas, tiempos. Conocí personas, vivos y muertos. Anduve por mar y tierra, llegué a lugares que jamás pensé que pudiesen existir. Acompañé a Reyes y Reinas,  fui amigo de princesas, príncipes, panaderos, zapateros, alquimistas, hechiceros, magos y brujas. Pasé del sorprendente frío de las montañas del Tibet al terrible calor que rasga la piel en las tierras de Egipto. 

Causé terror y alegría, asombro y rechazo, lágrimas y sonrisas. Regalé amor y bondad, como fui educado y la felicidad me acompaña casi fiel a mis caprichos. 

Ha pasado tanto, tanto tiempo. Todas esas noches de música romántica con cuerdas, de vino dentro de bellísimas jarras de cristal colocados entre un festín exquisito que adornaba las enormes mesas de los castillos, se han terminado. Ahora, en estos días, paseo entre la gente pero ellos no pueden verme porque no quieren, no tienen tiempo, no creen. Los que han conseguido capturar mi retrato se llenan la boca diciendo que soy de otro mundo que yo no pertenezco aquí, pero ellos no saben, provengo de la misma tierra y respiro el mismo aire ahora contaminado. 

Ignoran que la naturaleza es aún la que manda, nuestra madre verdadera. El dinero es más importante que el camino espiritual, ya nadie quiere consejos y los consejos que existen son para lastimar. Los humanos han destruido la mayoría de las cosas y toda esa hermosura que fue construida hace miles de años y que evolucionó a partir de cambios se ha venido devastando en poco. Destruir tanta vida en cuestión de horas no engrandece la mentalidad humana, la reduce.

Estoy varado en un bosque desde algún tiempo, comparto con otros y nos resguardamos, siempre vivimos con el miedo de que vengan a talar, son los venados y aves quienes avisan a todos nosotros cuando las personas están cerca. 

Yo estoy completamente seguro, siempre se puede hacer algo para remediar los males pero sin manos que se unan, la tierra terminará por morir igual que yo, igual que todos y ella ni siquiera tendrá fuerzas y agua para llorar. 

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