lunes, 7 de mayo de 2012

Mirada Violeta

Desde lo alto de la torre miraba el reflejo de la luna sobre la oscuridad del mar, la negrura de la noche llenaba con silencio cada centímetro y su cabeza todavía confundida se perdía en la lejanía y los brillos que cada movimiento del agua le mostraban.

Ya no recordaba su verdadero nombre, lo dejó ir sin resistirse porque ahora tenía miedo. No era la misma y todo se le marchitaba. No era joven, pero su largo cabello blanco y su esbelta y alta figura demostraban todo lo contrario. Mostraban a una princesa de apenas veinte años aunque sus ojos siempre lo negaran. La sabiduría poco o nada puede ocultarse.

Nunca se había enamorado realmente y la soledad como siempre, su mejor compañera y la luna, su única y verdadera amiga.

El ruido de las olas golpeando en las enormes rocas de la costa apagan sin remordimiento la prudencia del cielo azul oscuro y ella regresaba la vista a lo que sus ojos veían. Los años avanzaron sin anunciar nunca que el tiempo tenía consecuencia y su repentina mortalidad traía consigo a los siglos espirituales que ya habían transcurrido. El universo reveló a ella algunos de sus más grandes secretos pero uno a uno se disfrazaban de perplejidad y confusión.

Dejó pasar las horas, aún conservaba el mal hábito del insomnio y las pocas horas que acostumbraba de sueño. El sol mostró lentamente los primeros rayos de luz que auguraban el alba y que iluminaban su mirada perfecta y triste.






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