domingo, 15 de enero de 2012

Acción Tardía

Se levantó de aquél sofá viejo de color café que se encontraba secreto en la parte más renegrida del sótano. Se detuvo unos instantes para mirar el infinito, enorme frente a él. Su cara inexpresiva, mostraba una seriedad profunda, de esas que indagan en sus propios pensamientos. El olor a viejo saturaba cada rincón y todo era más gris a causa del polvo adherido a toda superficie. 

Él estaba listo, lo decidió por la madrugada al compás de los discos de vinilo y los tragos de coñac que uno a uno, agregaban osadía al anciano. Después de tanto tiempo saldría al mundo porque la soledad a la que las pasadas inseguridades lo habían envidado le costó años de su vida.

Elevó los brazos para estirarse, los huesos le tronaron y la sinfonía quedó completa con el quejido de placer que emitió. La seriedad inmóvil le retornó y entonces, las comisuras de los labios le temblaron. Por completo los labios vibraban como si dentro de ellos una ciudad fuera devastada por un sismo y sin más, se formó una sonrisa tímida pero segura, una sonrisa sin retorno.

-Llegó la hora.

 Dió unos pasos hasta llegar a un diminuto tocador que se iluminó con una luz tenue y agradable. Tomó unos frascos de maquillaje viejo y llenó su cara con una delgada capa de pintura blanca. Un labial gastado asomó la cabeza y delineo sus labios de negro.

La música alegró el lugar, las trompetas y tambores del big band salían del tocadiscos esforzandose por sonar con ímpetu para transportar a los años pasados a todo aquél que lo escuchara.

El anciano sacó un traje esmoquin descolorido de un ropero que apenas podía sostenerse, la vejéz le obligada a deteriorarse como los demás objetos. Terminó de vestirse, se calzó unos brillantes zapátos negros de charol, introdujo un pañuelo color vino en la bolsa izquierda del saco y arregló lo mejor que pudo el pequeño moño que rodeó su cuello.

Tomó un sombrero de copa alta y lo sacudió para colocarlo sobre su cabeza, un poco inclinado. Se peinó lo que le quedaba de cabello y el bigote. Sacó de entre una pila de cajas un maletín verde olivo y despegó de la pared un poster medio despintado que enrolló y colocó bajo el brazo.

Con sus cosas en mano, subió las escaleras y salió del lugar cantando y sonriente. Bajo la manga llevaba una larga varita y unos naipes. Los grandes secretos siempre se guardan ahí.

Cerró la puerta y en ésta otro poster pegado, idéntico al anterior que decía:

Bienvenidos al Show de:
El Mago Oscuro
Fantásticos actos nunca antes vistos.
Funciones Sorprendentes. Revelando los grandes misterios.


 

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