domingo, 18 de diciembre de 2016

La Guerrera y el Dragón

Caminó en linea recta sin siquiera girar la cabeza para ver si aún los demás enemigos le venían siguiendo. Estaba con la mirada fija al frente, un sólo objetivo, una sola oportunidad. Creyó que llevaba una espada en las manos dispuesta para atravesar el corazón del dragón color marrón claro. La feróz bestia le esperaba con la garganta caliente y sus fauces humeantes listas para atacar. Los campesitos gritaban a lo lejos -No, no lo hagas- pero la guerrera estaba decidida, debía matar a la criatura para liberar el poder que yacía dentro de ella, sabía que, aunque nadie se lo había dicho, era su destino para liberar su alma. Respiró profundo y al hacerlo cerró los ojos para concentrar su energía, exhaló todo el aire e inhaló al instante para que este aire le acompañara con un grito de guerra. Los lugareños seguían manifestándose -No lo hagas. -Detente. -Podemos ayudarte. -Por favor regresa. Pero ella no escuchó, corrió con todas sus fuerzas y levantó su espada al compás del grito triunfal que le guiaría hasta el corazón de la bestia, con todo su poder y seguridad rasgó la piel y atravesó sus entrañas para salir por la espalda del animal ya muerto. Ella abrió los ojos con la cara cubierta de sangre y al abrirlos, se vió cayendo del doceavo piso de un edificio desconocido. Como en cámara lenta observó la noche, sintió el aire frío fluyendo entre sus cabellos, escuchó los gritos de las personas acercándose al borde del techo por el que se había alejado. No sabía lo que estaba pasando pero entendió que la profecía se había cumplido, por fin sería liberada. Su cuerpo se giró entonces, vió las caras de las personas angustiadas y miró más allá, observó el cielo, las estrellas y a la luna. La besó con tanta dulzura que nisiquiera sintió el golpe al caer de espaldas sobre el asfalto y quebrar su cráneo, sus costillas, su columna. Murió con una sonrisa en los labios, murió feliz y victoriosa. Era libre.

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