sábado, 9 de abril de 2016

Debraye onírico

Estaba en mi mundo. Es un mundo lejano e inaccesible. Estaba sola. Estaba sola y deshecha. 

          Sombras. Me perdí de nuevo en el espacio y dejé de ver la realidad. Sí, el universo es enorme, es un lugar oscuro y peligroso, es un sitio del que no hay que confiarse pues en segundos se pierde y te lleva consigo a un infinito sin retorno, un sin fin de espirales que te mueven entre los tiempos conocidos y desconocidos. Pasado, presente y futuro, la muerte mental puede acecharte y conspira para recordarte las complicaciones que llevas en el corazón. Sin embargo, todo este útero cósmico puede ser cómodo. Puede salvarte un tiempo y ser tan reconfortante que olvidas de nuevo la realidad, te pierdes aunque no quieras, te lleva de la mano al país de los secretos y abusando de su poder, te sume entre nubes nocturnas en el sueño plácido. 

          Estaba en un viaje profundo, mi cerebro no llevaba más recuerdos pero el miedo era fiel en mis entrañas, en mis células con memoría atascada de dolor y desepción. Volaba sola. Volaba sin cinturón de seguridad ni casco, sin protecciones ni precauciones. Un esqueleto de avión roto y sin alas. Me iba a estrellar.

          Avancé entre las olas, entre el gas del cielo y las enormes luciérnagas que titilaban en luz blanca penetrante. Subí, subí más, exosfera y calma.

          Me desvestí en aquél momento y abandoné mi nave. Floté y nadé entre colores fluorescentes. Llevaba el cabello despeinado y mis músculos relajados. Floté sin rumbo, sin sonidos. Me dejé llevar para formar parte de este y no regresar. Estaba muerta y lo necesitaba. Jamás volver, jamás retroceder, jamás.

          No sé cuando tiempo pasó, pero yo estaba dormida. Mi cuerpo desnudo e inerte estaba ya extraviado, sin conocimiento alguno.

          En un segundo desperté, sabía que estaba sola y que la naturaleza me había abandonado. No había nadie más, nada existía, nada era, nisiquiera yo. Escurrió una gota densa de mis ojos, era una lágrima grande que se elevó y se mantuvo frente a mi.

          Quiero morir, estoy perdida y no puedo resistirlo más. Necesito fundirme con la existencia incuestionable, con el poder de lo infinito, con el ser supremo que me aclare la maldita cabeza y me cure el corazón. Aguanto la respiración, no tendré otra oportunidad. Me estoy muriendo, me voy hundiendo en la cueva sin retorno, con el color negro predominando. Estoy llorando, las lágrimas no terminan, voy expulsando de mi ser aquello que me hiere, aquello que me destruye y arruina el corazón. Estoy muriendo...














          De pronto un sonido, a lo lejos una melodía que tardo en identificar. Una voz que me llama y me ruega que vuelva, una voz que me necesita a su lado. No entiendo el significado.

           Mi corazón se estremese y llora. Siente el amor, siente la energía sanadora. Sí, yo también lo siento, su amor, su preocupación. No puedo abandonarla, me implora que vuelva para descubrirla y reconocer las realidades de la hermosa vida. Se llena mi ser y se ancha mi espíritu. Me estoy curando, estoy reviviendo. Mis sentidos comienzan a conectarse lentamenta a las terminales nerviosas y mis neuronas comienzan a ordenar. 

          - No estás sola, yo estoy contigo. Vuelve mi amor. - me susurra.

           En aquél instante me quiebro, me vuelven como golpes por todo el cuerpo los recuerdos de todas mis vidas, el suplicio, las penas, mis bloqueos existenciales. Me derrumbo por completo hasta quedar en polvo. Hasta quedar en algo que parece nada, en la ausencia de materia.

          Llego a la quietud, el reposo, el sosiego. Me estoy estabilizando. Comienzo a reconstruirme y voy en proceso. Mis piezas se arman, mis mecanismos se unen, mis engranes se engrasan, mi máquina va resucitando y como una tenue llama mi ser va renaciendo. 

          Sí, es verdad. Aún no estoy completa, aún me descompongo y me deshago. Aún me sistema falla y los defectos salen. Y aunque mi máquina no está completa y se para súbitamente algunas veces inesperadas, seguirá recorriendo el espacio, seguirá conociendo el universo.

          La musa de la voz me acompaña, me recuerda que vale la pena volver por algunas cosas. Que vale la pena sentir las ondas electromágneticas y guardar los recuerdos. Me recuerda que ya no vivo por vivir. Vivo porque así lo marca mi destino.  

          En  faro de tu amor, en el regazo de tu piel, me dejo llevar al sol...

          De repente desperté. Todo había sido un fantástico sueño. Una lección que necesitaba sentir. Y estaba mi yo ahí, en un reflejo. En el reflejo de sus ojos.

          Regresé, regresé por ti.




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