miércoles, 24 de abril de 2013

El incierto sabor de la manzana

Amaneció más temprano, porque los fríos así son, suelen atacarte sin que puedas darte cuenta. La oscuridad era aún lo que se veía junto con aquellos lejanos y escasos sonidos de las avenidas. Pensaba que era invierto cuando aún era verano porque a veces el desbarajuste hace daño. Aún quedaba tiempo antes de que el sol advirtiera sus primeros rayos deslumbrantes que irritan la retina. Entonces, así como cuando el temblor llega, un fuerte ajetreo me movió la cabeza y se aprovechó de cada respiro para traerte de vuelta. Ha pasado tanto tiempo, que incluso he perdido el brillo de tus ojos y el sabor de tus labios que, mi memoria guarda, sabían a manzana, pero, ahora me pregunto ¿A qué sabe la manzana? Si es roja, no sabe a verde y tampoco huele a amarilla. Del sabor dependen, algunas inciertas cosas que incumben directamente con aquello que se piense. Es imposible adivinar ahora, la exactitud de cada beso.

No pienses que me he quedado dormido o que en algún momento te he olvidado completamente, la imposibilidad que tengo para desprenderme de casi todo toma ventaja un millón de veces y me aturde tan fuerte que incluso lloro. A veces quiero regresar y otras no. 

Soy idiota por naturaleza y tengo como tal, la buena costumbre de lastimar a quienes me quieren para después sentirme el peor de todos y a forma de auto-castigo me alejo sin siquiera disculparme aunque por dentro me esté desmoronando. Así pasó contigo, espero que a éstos días no lo tomes como algo personal y ten la satisfacción de que a cada instante me arrepiento, es una bonita venganza anónima.

Comeré manzanas diario, hasta reconocer aquél sabor y después, buscaré la forma de repetirlo con el único fin de recordarte y sentirme menos solo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Opiniones: