lunes, 25 de junio de 2012

Elli Ateş

- Vengo a despedirme.
- ¿De verdad te irás del país?
- Sí
- ¿Por que?
- No puedo hacer más aquí
- ¿Y yo qué?
- Tú estarás bien, lo sabemos.
- Claro que no.
- Sólo vine para despedirme de ti. No hay rencores.
- No, no lo acepto.

Me acerqué lento a su cara para depositar en sus labios el último beso que sellaría para siempre el pacto que alguna vez hicimos. El pacto que ella destruyó dejándome a mí en el peor de los estados. Estaba por cerrar el círculo y marcharme, pero de nuevo, intenté hacerle ver que la amo, que la amé. Y en ése último intento, con la atmósfera densa y el silencio presente de repente para dejar ante mí sólo sus labios, perdí la razón, se me cayó el miedo y el orgullo, desapareció la ira y la confusión. Yo me iba y ella se quedaba con todos esos recuerdos que no cabían en mi maleta, yo se los dejaba junto con ése beso. Pero el bloque de hielo se partió, el crujido con eco me dejó en sordera, se me fue el habla y la respiración. Me quedó el corazón acelerado y las manos temblorosas por tantas emociones juntas. Ella se alejó por última vez, rechazando ése beso eterno que yo ofrecía con la guardia baja y el corazón en alto.

- No quiero
- Tengo que irme. Adiós.

Me fui y no tuve el valor de mirar atrás, mirarla sería encarcelarme otra vez. Caminé sin expresión, sin sentido y el llanto me acompañó hasta que se fue sin que yo me diera cuenta dejándome un vació interior. Fue el último intento, era el último beso, fue la última mirada, el último rechazo y desde hoy es con ella mi último dolor.

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