Se levantó de aquél sofá viejo de color café que se encontraba secreto en la parte más renegrida del sótano. Se detuvo unos instantes para mirar el infinito, enorme frente a él. Su cara inexpresiva, mostraba una seriedad profunda, de esas que indagan en sus propios pensamientos. El olor a viejo saturaba cada rincón y todo era más gris a causa del polvo adherido a toda superficie.
Él estaba listo, lo decidió por la madrugada al compás de los discos de vinilo y los tragos de coñac que uno a uno, agregaban osadía al anciano. Después de tanto tiempo saldría al mundo porque la soledad a la que las pasadas inseguridades lo habían envidado le costó años de su vida.
Elevó los brazos para estirarse, los huesos le tronaron y la sinfonía quedó completa con el quejido de placer que emitió. La seriedad inmóvil le retornó y entonces, las comisuras de los labios le temblaron. Por completo los labios vibraban como si dentro de ellos una ciudad fuera devastada por un sismo y sin más, se formó una sonrisa tímida pero segura, una sonrisa sin retorno.
-Llegó la hora.
Dió unos pasos hasta llegar a un diminuto tocador que se iluminó con una luz tenue y agradable. Tomó unos frascos de maquillaje viejo y llenó su cara con una delgada capa de pintura blanca. Un labial gastado asomó la cabeza y delineo sus labios de negro.
La música alegró el lugar, las trompetas y tambores del big band salían del tocadiscos esforzandose por sonar con ímpetu para transportar a los años pasados a todo aquél que lo escuchara.
El anciano sacó un traje esmoquin descolorido de un ropero que apenas podía sostenerse, la vejéz le obligada a deteriorarse como los demás objetos. Terminó de vestirse, se calzó unos brillantes zapátos negros de charol, introdujo un pañuelo color vino en la bolsa izquierda del saco y arregló lo mejor que pudo el pequeño moño que rodeó su cuello.
Tomó un sombrero de copa alta y lo sacudió para colocarlo sobre su cabeza, un poco inclinado. Se peinó lo que le quedaba de cabello y el bigote. Sacó de entre una pila de cajas un maletín verde olivo y despegó de la pared un poster medio despintado que enrolló y colocó bajo el brazo.
Cerró la puerta y en ésta otro poster pegado, idéntico al anterior que decía:
Bienvenidos al Show de:
El Mago Oscuro
Fantásticos actos nunca antes vistos.
Funciones Sorprendentes. Revelando los grandes misterios.
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